2 jun 2012

Y volver a escuchar el silencio que sólo rompían tus labios

No puedo más.

Hace 168 horas que te tenía en mis brazos. En mis brazos. Y parece una eternidad.
Ahora me miro, y no hay nada. Un triste vacio, el que tú dejaste al marcharte. Nada más.

No dices nada. Y tampoco sé si quiero oirte. Tienes el poder de destrozarme hasta el último rincón de mi ser, aunque no quiera admitirlo, es así. Me da miedo, muchísimo miedo, porque sé de sobra lo que hay, y lo que no habrá jamás.
Y me duele, me duele en el alma, porque sé que podría ser todo perfecto, maravilloso. ¡Já! Vamos a hablar con propiedad. Las cosas perfectas, no existen, ¿qué es la perfección? Ahora, todo depende de como se mire, ahí es donde encontramos nuestro concepto de percepción. Yo lo encuentro, cuando te miro a ti. Cuando veo esos ojos tristes llenos de una vida que le están robando. Y esa sonrisa, ¿qué decir de tu sonrisa? Para mí, tienes una sonrisa perfecta, capaz de contagiar a cualquiera, y alegrar un día, así que jamás deje que se apague, y mucho menos, que alguien la apague, el mundo no podría seguir girando sin esa fuerza que desprendes.
Daría lo que fuera, pero no sabes hasta que punto, por poder abrazarte ahora mismo, y decirte que no tienes que volver a preocuparte por nada, que yo me voy a encargar de que seas la persona más feliz del mundo, y demostrarte lo que es el amor. También sé, que las relaciones perfectas no existen, pero son todos esos pequeños detalles constantes los que las construyen, y las hacen tan especiales. Sé que yo me encargaría de que todo fuera mágico. No sabes la de millones de cosas que se me ocurren.
Creo que sabes de sobra todo lo que puedo ofrecerte. Bueno, miento. No, lo más seguro es que no puedas ni imaginarte la mitad de todo lo que podría llegar a ofrecerte, porque lo llevo guardado en lo más hondo de mi ser, para quién lo quiera.

Me alegro de haberte conocido, porque tú me has enseñado que los sueños imposibles, no existen, que todo es posible si se quiere, querer es poder, y el que lucha, antes o después obtiene su recompensa.

Sabes que tú tienes la última palabra. Yo jamás te obligaría a nada, y menos a algo que no quisieras hacer. Tienes permiso para destrozarme en pedazos.

Y por hoy ya está bien. Llevo una semana con un nudo en el estómago. Necesitaba llorar, mucho. Y gritar aquí en mi rincón secreto.

Me duele el hueso de quererte.
Culpable como un vino añejo, hace horas que no veo amanecer. Ya te vi desnuda, tengo el amor por hacer.

Sé de sobra que esto no está bien. Realmente nunca ha estado bien. Y lo siento. Lo siento en el alma, de verdad, pero no puedo controlarlo. Espero que me perdones.

Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario