31 ene 2011

Mierda a borbotones

Privarme de todo lo “bueno”. No entiendo por qué me tienen que pasar a mí estas cosas, ¿qué he hecho para merecer todo esto? Sólo de pensarlo me recorre un inmenso escalofrío. ¿Qué será lo siguiente?

Sólo de pensar de todo lo que me voy a tener que privar se abre ante mí un abismo. No sé si voy a ser capaz de soportarlo.

Otra opción, pasarlo mal. Pero qué vale más la pena, ¿pasarlo mal sufriendo o pasarlo mal sin sufrir?

No es lo mismo quitarle un caramelo a un niño que nunca lo ha probado que quitárselo al que lleva toda su vida con ellos. Y yo no quiero ni hacerme a la más mínima idea de ello. Antes era diferente, todo era desconocido, era más fácil de sobrellevar, pero ahora... es quitarme la miel de los labios, así, sin más.

Sólo de pensarlo me da por llorar, me gustaría gritar, chillar, hasta desgallitarme, y llorar, llorar larga y tendidamente. Maldecir esta vida de mierda que tengo. La que me da siempre cuatrocientas mil patadas a cambio de nada. Decir que todo lo malo me pasa a mí tal vez no sería muy apropiado, pero llega un momento que me lo planteo, y muy seriamente.

Puedo contar con los dedos de una mano las cosas buenas que me han pasado en este último año. De hecho, he tenido que profundizar, mirar las cosas desde otras perspectivas y con otros ojos para poder encontrar cosas buenas. Y la vida se empeña una y otra vez en mandarme toda la mierda existida y por haber. Tengo una salud de mierda. Sí, pero tengo que aprender a vivir con ello.

No puedo dejar que me venza, por muchas putadas que me haga, tengo que ser fuerte. Si así es como tienen que ser las cosas, así serán, por mucho que me cueste, no queda otra. Todo es acostumbrarse, o eso dicen. Sé que lo voy a pasar muy, pero que muy mal, sobre todo al principio, pero espero que con el tiempo pueda acostumbrarme, aunque creo que en el fondo nunca me acostumbraré...


Necesito fuerza, mucha fuerza, y valor. Necesito que me apoyen y me ayuden. Y te necesito a ti, pero tú nunca vas a estar...

27 ene 2011

¿Dónde van las palabras que no se dijeron?

¿A dónde va lo que quieres hacer y no haces? ¿A dónde va lo que quieres decir y no dices? ¿A dónde va lo que no te permites sentir?
Nos gustaría que lo que no decimos caiga en el olvido, pero se nos acumula en el cuerpo, nos llena el alma de gritos mudos. Lo que no decimos se transforma en insomnio, en dolor de garganta. Se transforma en nostalgia, en destiempo, se transforma en error, en deuda, en asignatura pendiente...
Las palabras que no decimos se transforman en insatisfacción, en tristeza, en frustración, en trauma, en veneno que mata el alma. Lo que no dices te encierra en el pasado, se transforma en herida abierta. Lo que no decimos no muere, nos mata.

14 ene 2011

Palabras sin sentido

Yo nunca seré lo que tu quieres. Soy lo que nunca has buscado. A base de insistir conseguí que te fijaras un poco en mí, y gracias a eso logré entrar en tu vida. Pero maldita la hora. Sólo era el camino hacia mi desdicha. Ahora me debato día sí y día también, no sé si debería haber entrado, o hice mal. Intenté engañar al destino para conseguir lo inalcanzable y ahora me lo hace pagar día tras día.


Y no sé cual es la solución. Desaparecer para siempre, tal vez. Pero no. No puedo imaginar borrarte de mi vida, aunque cada día que pasa me parece un poco más fácil, porque tú me ayudas a ello. Pero siempre vuelves, apareces, y los cimientos de la muralla que había empezado a construir se derrumban de golpe.


No sé cuanto tiempo más podré aguantar así. Sé que llegará el día en que esto explote, y no sé si será para bien, o para mal, ni quiero saberlo.


Odio que no me digas nada en claro. Tú podrías darme la solución, aquí, y ahora, no sé por qué te cuesta tanto... o tal vez sí, pero no quiera saberlo.

7 ene 2011

Déjalo ya. Déjate de tonterías y de promesas que nunca cumplirás. Déjame en paz. No te creo, no creo ni la más mínima palabra que sale por tu boca. Me mientes, me engañas. Una, y otra, y otra, y otra vez. Y estoy harta, h-a-r-t-a. Me prometes cosas, y nunca las cumples. Siempre me digo, esta es la última que le paso, pero como una idiota, te vuelvo a perdonar. Aunque bueno, tal vez sea por tu afición de desaparecer durante más de dos semanas para después volver como si nada, claro, a quién no se le pasa un enfado así, si se me olvida por el camino.

A veces quiero que desaparezcas de mi vida, y otra me gustaría que la compartieras conmigo el resto de ella. Es una balanza sin equilibrio, yo lo busco, pero tú no me dejas ponerlo.

Yo no soy tu segundo plato, tal vez una vez lo fui, idiota de mí, pero tengo clarísimo que no quiero absolutamente nada contigo, por el simple hecho de que no te lo mereces, en absoluto. Yo no voy a estar esperándote, la verdad es que creo que en el fondo nunca te he llegado a esperar, porque sé el tipo de persona que eres, y lo que hay por tanto.

Me gustaría tener el valor que me falta para dar ese paso que me permitirá borrarte de mi vida completamente, y poder seguir viviendo y ser libre, quitarme este tormento que me causas una y otra vez, pero ahora mismo no estoy preparada, no tengo lo que hay que tener.

No tienes valor ninguno. A veces siento que cada día, te odio un poquito más.